Abans de descriure el nostre relat, farem una mica d'història:
CRONICON MAYORICENSIS
Alvaro Campaner
(pag.265)
AÑO 1552
Octubre 1º. El primer día de Octubre del año 1552, sábado, día de S. Remigio, llegaron a la cala den Claret, que es en el predio de son Ferrandell, diez galeotas de turcos, desembarcando 400 turcos, y luego se subieron por un paso que dicen de las Vacas cerca una hora antes del amanecer. Fueron descubiertos de las guardas de tierra; era en aquel tiempo capitán de Valldemosa Raimundo Gual, caballero muy valeroso y esforzado, natural de Mallorca, el cual luego tuvo el aviso, con su acostumbrada diligencia juntó presto la gente que pudo, que por ser sábado aquel día, la mas gente se hallaba en la Ciudad principal para vender sus frutas, y por esto no se hallaron más de 36 hombres con algunos muchachos sin fuerzas. Partiose luego con estos 36 hombres al encuentro de los enemigos, y luego en un montezuelo llamado de la Moneda, los descubrieron media hora antes de salir el sol. Vio el discreto capitán que los enemigos eran en grande número, y por esto convenía dejarlos pasar, por creer que ningún buen efecto harían, por exceder los turcos a los cristiano, á más de 20 por uno; y aquel lugar y puesto en donde se hallaban los cristianos, era más favorable para los enemigos, y se tuvo allí por cosa cierta, que los turcos tuvieron noticia de los cristianos, y con todo esto determinaron de pasar adelante sin acometerlos, con la confianza de la multitud, y de las buenas guías que llevaban, que es cierto que los hombres mas prácticos de Valldemosa, no hubieran tomado mejor camino, por ser tan áspero y fragoso; bien mostraron ser prácticos en aquella villa, pues sabía que en aquel día faltaría mucha gente. Llegaron los turcos, y entraron por la villa, como perros hambrientos: corriéronla y la saltearon a su albedrío, sin resistencia alguna; hubo cierto hombre muy esforzado, y de grande ánimo que se escapó de entre todos ellos con una ballesta armada en la mano con una saeta que jamás disparó, aunque hacía ademanes de dispararla contra ellos, de suerte que les hizo dejar algunas ropas que se llevaban, y como aquel hombre viese la cobardía de los turcos dio sobre ellos, y les hizo retirar á incorporarse con su escuadrón, que había hecho alto en el campo llamado del Cos. Entretanto que daban saco á la villa, habíase ya el capitán con los pocos de la compañía puesto en celada esperando á los enemigos, en un paso muy áspero y fragoso, por donde pensaba que volverían los turcos con sus despojos, y con el grande cuidado que tenía de las mujeres y gente inútil que quedaban en la villa determinó enviar á algunos de los pocos de la compañía, á explorar lo que pasaba en la villa; porque como nunca hubiesen venido moros á Valldemosa, lo tenían por imposible, por ser la tierra tan escabrosa, y la negligencia de las mujeres incrédulas que pensando que aquella venida no podía hacer efecto, hasta que los vieron entrar por la villa, siendo ya día claro no lo creyeron, y fue la causa que cautivaron á pasados de 400, entre mujeres y niños, y se llevaron cuanta ropa hallar pudieron: y lo que causó grande admiración fue que yendo aquellos perros tan hambrientos, robando y cautivando, que no entrasen en el monasterio de la Cartuja, ni menos volvieron sus rostros para mirarlo, pasando todo el escuadrón por delante de la puerta, y aquellos monjes los estaban mirando cuanto hacían en la villa.
Llegado ya el escuadrón de los turcos al campo del Cos, cargados de despojos, llevaron preso al vicario que se llamaba Pedro Camps, y las espías que traían descuidadas, marcharon por el camino de la marina, por otra vía de la que habían venido, y con esto bien se conoció que eran prácticos en la tierra, y se dijo que entre ellos iba un Pedro Valenciano, que estuvo muchos años en la Cartuja.
Estaba el valeroso capitán Raimundo Gual muy cuidadoso, velando siempre el marinaje de los turcos; descubrió que las 10 galeotas se habían pasado á otro barranco, y supo también por las espías que había remitido á la villa, que los enemigos volvían por vía del barranco, luego el capitán pasó á un lugar que llaman la Escolta, que era un paso por donde forzosamente habían de pasar los contrarios; pero como ellos viniesen á su paso, los turcos que iban en vanguardia , descubrieron la bandera de los cristianos, y consultaron lo que harían. Determinaron de tomar otro camino, la guía que llevaban les llevó por el paso que dicen del Rafal, y ahora le llaman Paso de los Moros, que es cosa que espanta á muchos que supiesen ellos semejante paso, que los más prácticos del lugar no lo saben.
El capitán Raimundo Gual iba muy deseoso de acometer al escuadrón de los enemigos, que venían cargados con el saco, y viendo que los turcos se desviaban por otro camino íbalos siguiendo y atajando el paso; y acercándose ya los turcos al paso, dijo á aquellos pocos que tenía en su compañía (que eran no mas de 27 porque los otros no volvieron todos) y les hizo este razonamiento: “Mirad hermanos míos, que yo tengo aviso de estos hombres que envié á la villa, que toda la gente de mi casa se ha salvado, y puesto en seguro, por bondad del Señor; tengo pero entendido, que me han saqueado mi casa, poca pena me ha dado esto, lo que me da mucho sentimiento es ver que se llevan toda vuestra ropa, mujeres é hijos, y cuanto tenéis de que quedareis muy desconsolados y afligidos; por lo que si vosotros me prometéis seguir y no dejarme, soy del parecer que les acometamos; yo quiero ser el primero, y quiero morir en tan justa demanda: aunque estoy con grande confianza de nuestra victoria, y que el Señor peleará por nosotros, por ser nuestro Padre misericordioso”. Todos ellos respondieron: “No pongáis duda Señor en nosotros, que teniendo un tan valeroso y esforzado capitán, todos estamos determinados á seguiros y morir todos á vuestro lado. Demos pues sobre ellos, que Dios será con nosotros”.
Dada esta respuesta, todos se arrodillaron, e hicieron una breve y devota oración a Dios y á Nuestra Señora, luego se levantaron y arremetieron todos con grande furia y gritos tocando el tambor, y haciendo resonar aquellos montes, con un espanto tan grande que causaban, que los turcos luego se desbarataron, rompiéndose todo su escuadrón: acometiéndoles de más de 300 pasos de distancia, y luego de juntarse con ellos, les tomaron la bandera, con esto tomaron más ánimo y esfuerzo los cristianos (cuya bandera hoy queda por memoria colgada en la Iglesia principal de Valldemosa); no por esto dejaban los turcos, de pelear, y hubo muchos de los cristianos mal heridos, sin morir pero ninguno de ellos. Prosiguieron la pelea, y alcanzaron los cristianos la victoria, de tal suerte, cargando sobre los turcos, que estando ya cerca de las galeotas, no tuvieron tiempo de salvarse en ellas, pues tropezando los unos con los otros se precipitaron por aquellas peñas. Mataron de los turcos á 72, contadas las cabezas, que trajeron á la ciudad de Palma y tomaron 17 vivos, y muchos se precipitaron por aquellos peñascos al mar. Súpose después por cosa cierta de que los esclavos cristianos que remaban en dichas galeotas que tuvieron grande trabajo de llegar á Argel, por faltarles oficiales que mandasen las galeotas, y que por el camino echaron muchos de ellos al mar, y que continuamente se paseaban por las crujías, dos ó tres turcos con alfanjes desenvainados, temiendo no se sublevasen los esclavos, y que cuando llegaron á Argel aquellos pocos que quedaron en breve tiempo murieron, no sólo los que quedaron mal heridos, pero aún muchos de los otros, del trabajo y aflicción en que se vieron, y se tuvo por muy cierto que de los 400 turcos que desembarcaron en dicha cala den Claret ninguno de ellos llegó á Argel, porque se despeñaron muchos de los que entonces no tuvieron noticia.
Y del saco y despojos que se llevaban de la villa nada se perdió, ni quedó ningún cautivo, sino fue un cáliz de plata, el mayor de la Iglesia, que se llevó un renegado. Tuvieron por cierto los turcos, que su guía les había engañado, y que porque todos de aquella suerte se despeñasen les había guiado por aquel paso, tan lleno de precipicios y despeñaderos, y por esto lo colgaron en una antena de una galeota, que era dicho Pedro Valenciano, diciendo “este es el traidor que hoy ha echado á perder toda nuestra armada”.
Text extrat del blog del nostre amic Emilio Alonso